ETAPA 13: DE SARRIA A MELIDE
Erea FabeiroCAMINO FRANCÉS EN BICICLETA
- Distancia a Santiago: 111 km
- Distancia en etapa: 60 km
- Tiempo estimado: 6 horas
- Cota mínima: 360 m
- Cota máxima: 730 m
- Dificultad de la ruta: Media – Alta
- Lugares de interés: Portomarín, Palas de Rei, Melide
- Mapa de itinerario: Para ver el recorrido en Google Maps pincha aquí
Esta etapa tiene tres partes bastante diferenciadas. El tramo desde la salida de Sarria hasta Portomarín (km 22) hará que saquemos a relucir nuestras habilidades técnicas, ya que se discurre por sendas y corredoiras que, sobre todo en época de lluvias, se embarran e inundan con los arroyos cercanos.
Tras cruzar el Miño y entrar en Portomarín la dinámica cambia completamente, ya que hasta Palas de Rei (km 47) el camino jacobeo va todo el tiempo por cerca de la LU-633 o por una pista asfaltada que prácticamente no tiene tráfico. Podremos avanzar mucho más rápido y la distancia entre poblaciones será un poco mayor.
Desde Palas hasta Melide (km 60) se alternan tramos por la N-547 con otros por bosque, que complicarán de nuevo nuestro camino pero que nos regalarán unas vistas estupendas del entorno.
En general, es una etapa cambiante y “rompepiernas”, pero que permite en cada uno de sus tramos diferenciados conocer diferentes aspectos de la cultura gallega; desde su arquitectura popular -como sus hórreos o cruceiros- y su forma de vida en el entorno rural hasta un gran patrimonio histórico artístico -iglesias románicas, castillos o castros- y algunas de sus grandes villas, todas con una gran historia jacobea.
¡Esperemos que disfrutéis de esta inmersión en lo rural!
PERFIL Y RECORRIDO GENERAL DE ETAPA
Desde Sarria a Portomarín la carretera no pasa por las localidades jacobeas, así que si queremos visitarlas sólo lo podemos hacer yendo por el camino peatonal, que alterna corredoiras o estrechas pistas asfaltadas entre bosques y fincas ganaderas. En general puede decirse que es ciclable, a pesar de ser rompepiernas, ya que cambia continuamente de pendiente y de que en puntos muy concretos el firme puede complicarse bastante. Las opciones en cada tramo son las siguientes:
– De Sarria a Portomarín (km 22): O se va por el camino peatonal o se sigue la LU-633, que se desvía hacia el sur a la salida de Sarria y no vuelve cruzarse con el trazado jacobeo hasta Portomarín. No pasa por ninguna localidad jacobea pero sí pasa por Paradela, una de las villas más grandes de la zona.
– De Portomarín a O Hospital (km 33,8): El camino peatonal discurre paralelo a la LU-633, por lo que podemos elegir camino de tierra / grava o el arcén de la carretera. Sólo se separan tras pasar Gonzar, donde las flechas amarillas señalan senderos para pasar por Castromaior y los restos de su antiguo castro celta.
– De O Hospital a Palas de Rei (km 47): Tras pasar O Hospital hay que cruzar un nudo de carreteras por un paso superior. Todas las nacionales se desvían de nuestro recorrido, pero nosotros cogemos una pista asfaltada -hecha para los peregrinos- en la que los caminantes tienen su propia acera y en la que casi no hay tráfico de coches. Iremos cómodamente por ella hasta poco antes de Palas, donde termina en la N-547.
– De Palas a Melide (km 60): Se puede ir por la N-547 pero tras pasar Palas nos desviaremos hacia el norte hasta poco antes de entrar en el fin de etapa, sin pasar por las localidades del Camino. Si seguimos las indicaciones jacobeas nos internaremos en el bosque en la mayor parte del recorrido, con algunos tramos de firme complicado -barro o roca que puede resultar resbaladiza- y otros de pista asfaltada.
En general, es más lógico hacer toda esta etapa por el camino peatonal, siguiendo las indicaciones jacobeas. Para ello es necesario contar con unas buenas bicis de montaña, ya que el firme y la pendiente son muy cambiantes. Aún así, en el mapa en PDF y en el de GoogleMaps os marcamos los puntos conflictivos y os proponemos desvíos recomendados, sobre todo en época de lluvias.
En cuanto al perfil, os resumimos aquí la tendencia general de cada tramo, aunque permanentemente habrá saltos y cambios de pendiente que convertirán esta etapa en un ejemplo perfecto de ruta rompepiernas.
Durante los 8,5 primeros kilómetros, desde Sarria hasta Peruscallo, el perfil es de subida, siendo especialmente duro un primer repecho de menos de 1 km con pendiente media del 10%. A partir de Peruscallo se “nivela” durante 6 km, hasta Couto, donde comienza un descenso que se vuelve mucho más pronunciado a partir de A Parrocha. Llegamos así a la vera del río Miño, cota mínima de etapa (360 m). Cruzamos el puente para ver Portomarín y desde ahí hasta Ventas de Narón (710 m de cota) hay 13 km de subida, con pendientes medias de entre el 2-5%, aunque con continuos saltos y un tramo final de subida al castro de Castromaior en el que la pendiente es más exigente. Desde Ventas de Narón hasta Melide faltan 27 km en los que el perfil es de continuos cambios de pendiente, aunque habrá más descensos que rampas de subida.
En cuanto al trazado del camino peatonal en esta etapa, se puede decir que es una continua sucesión de pueblos o, más bien, de pequeñas localidades formadas por la conjunción de tres o más casas ganaderas. Entre ellas se discurre por multitud de pequeñas sendas y corredoiras, alternando continuamente diferentes tipos de firme. Se cruzan diferentes riachuelos y puentes, algunos por construcciones antiguas y de buena fábrica y otros por pequeñas pasarelas improvisadas. Es un camino que nos hará reconectar con la naturaleza y que puede resultar más exigente que otros que hayamos hecho antes, pero que nos reportará una gran cantidad de emociones. ¡No nos aburriremos en ningún momento!
CONSEJOS PRÁCTICOS
Al igual que ocurrió en O Cebreiro, desde Sarria no hay suficiente distancia a Santiago como para que los ciclistas obtengamos la Compostela. Aún así, la peregrinación no es una cuestión de certificados y por ello nosotros os decimos, como siempre, cómo podéis llegar a Sarria si queréis comenzar allí a pedalear.
Dado que muchos peregrinos que van a pie comienzan en Sarria esta localidad tiene buenas comunicaciones, aunque muchas de ellas tienen como nexo de unión Lugo. Podemos llegar a Lugo en autobús desde multitud de puntos de la península, sobre todo mediante las conexiones que ofrece Alsa y, desde allí, coger una de las rutas que Monbús realiza cada 1-2 horas a Sarria.
También hay una media de 6-8 trenes que llegan a Sarria desde Lugo cada día. SI queremos ir directos, desde Barcelona y Madrid llegan de uno a tres trenes diarios.
Además, ya sabéis que en Tournride os dejamos la bici durante el día anterior al de inicio de vuestro viaje en el alojamiento que decidáis en O Cebreiro. También podemos llevarnos vuestro equipaje sobrante para que os esté esperando en vuestro fin de camino, ¡así no tendréis que cargar con peso innecesario!
– Esta es una etapa rompepiernas, es necesario ajustar constantemente platos y piñones para no ir forzando todo el tiempo el ritmo. El paisaje compensa el esfuerzo.
– Encontraremos poblaciones permanentemente. No todas tienen servicios, pero no tendréis excesivo problema para abasteceros de agua o comida, así que no es necesario cargar con peso innecesario.
– En invierno o en épocas de mucha lluvia, en Tournride recomendamos evitar algunos tramos del camino peatonal, por lo embarrado y complicado del firme. Tramos que recomendamos evitar:
1) Tramo Peruscallo (km 9,2) – Lavandeira (km 10,5) – A Brea (km 11,4). Se discurre por una vereda estrecha de piedra / tierra / hierba en el curso de un arroyo. Si hay mucha afluencia de gente o ha llovido, tendréis que pararos todo el tiempo con cuidado de no caer al agua. Os proponemos un desvío antes de Peruscallo que discurre un poco hacia el sur por tierra y asfalto.
2) Tramo Os As Rozas (km 14,5) – Moimentos (km 16). El camino se adentra por una corredoira que cuando llueve se convierte en una piscina de barro con piedras sueltas. Podéis evitarlo siguiendo por la pista asfaltada y luego por la LU-4203.
3) Tramo Portomarín (km 22) – cruce con LU-633 (km 24). A la salida de Portomarín las señales indican el cruce del río para ir durante 2 km por una senda de firme complicado, estrecha y con grandes piedras. Especialmente si ha llovido, recomendamos ir por la LU-633.
ITINERARIO DETALLADO Y PATRIMONIO HISTÓRICO-ARTÍSTICO
En esta etapa descubriremos el entorno natural lucense y entraremos, tras pasar Palas de Rei, en la provincia donde se encuentra la gran casa del apóstol: A Coruña. En estos 60 km a recorrer os proponemos abrir bien los ojos para interpretar todo lo que el paisaje rural, con su especial configuración y construcciones, nos cuenta sobre la cultura tradicional gallega. Entre decenas de pequeñas poblaciones -pasaremos por más de 60 localidades- veremos el mosaico de fincas divididas por marcos, en las que los vecinos trabajan el campo de forma sostenible y cuidan de las frisonas y rubias gallegas; las vacas por excelencia de la comunidad. Aprenderemos la importancia simbólica de los hórreos y recorreremos corredoiras entre carballos centenarios.
Inmersos en este impresionante entorno, todo un choque de verde clorofila y azul cielo en el horizonte, nos encontraremos continuamente con maravillosas joyas del románico rural, rodeadas de cementerios rebosantes de flores de colores. Y es que esta etapa discurre en parte por la Ribeira Sacra, un área que además de ser una maravilla geológica y natural también ostenta la mayor concentración de arte románico del continente.
¿Se puede pedir más?
DE SARRIA A BARBADELO: PUENTES Y BESTIAS MEDIEVALES TALLADAS EN PIEDRA
Abandonamos Sarria siguiendo el curso de su calle Mayor, en la que ayer descubrimos muchos de los principales monumentos de la villa en nuestro paseo cultural de fin de etapa. Como comentamos, esta calle fue la primera que surgió en esta localidad que nació para atender a los peregrinos, por lo que tiene los principales servicios alrededor. Pasamos por el Concello (Ayuntamiento) y subimos hasta la pequeña capilla románico-gótica del Salvador, donde las flechas amarillas nos indican que giremos a la derecha.
Siguiendo la calle echamos un último vistazo a Sarria desde el mirador de la Cárcel, que nos ofrece unas inmejorables vistas del entorno. Desde aquí seguimos hasta el Monasterio de la Magdalena y abandonamos Sarria bajando por la cuesta que aparece frente al convento.
La cuesta nos deja en un camino asfaltado que, en tan sólo 200 metros lleva a un puente. A ponte da Áspera se construyó en la época medieval, cuando surgió Vilanova de Sarria, para ayudar a los peregrinos a abandonar la villa cruzando el río Celeiro. La fábrica actual conserva mucho de la de entonces, con tres arcos de medio punto en sillería de granito y la parte superior de mampostería en lascas de pizarra, entre las que se cuela una ingente cantidad de maleza y vegetación -lo que le da un toque muy pintoresco pero dificulta la conservación del monumento-.
El puente nos lleva a una senda de tierra con algunas piedras que circula por la vera de las vías del tren. En unos 500 metros el sendero cruza los raíles, lo que seguramente nos obligará a bajarnos de la bici.
Tras cruzar las vías del tren nos vemos inmersos en una enorme carballeira (bosque de robles), donde debemos enfrentarnos a la subida más exigente de toda la jornada: una rampa de 600 metros con una pendiente media del 10%, de firme de tierra con piedras sueltas. Las grandes raíces de los árboles, que surgen de la tierra reclamando su espacio, también entorpecerán nuestro camino. Si ha llovido la subida se complicará más, ya que se forman piscinas y el firme se embarra.
Tras una vertiginosa curva final los árboles desaparecen y podemos volver a vislumbrar el cielo sobre nuestra cabeza, antes oculto tras las grandes hojas de los carballos. Circulamos por una senda de tierra entre pastos, por la que llegamos a As Paredes y a Vilei (km 3,7). En Vilei encontraremos todos los servicios, por lo que puede convertirse en un buen lugar para que quienes no se han echado aún nada a la boca, se den un buen desayuno. ¡Seguro que la rampa inicial nos ha abierto el apetito!
Salimos de Vilei por una pista asfaltada en ligera pendiente vertical que, en 450 metros gira en un ángulo prácticamente recto a la derecha. En este punto hay un caminito que nos lleva a la iglesia de Santiago de Barbadelo, declarada Bien de Interés Cultural.
La iglesia de Santiago es una joya del románico entre grandes bosques y zonas de pasto. Forma parte del inmenso patrimonio románico rural que Galicia posee. De hecho, la mayor concentración de arquitectura románica de toda Europa se encuentra muy cerca de donde nos estamos, en la Ribeira Sacra. Para entender por qué se encuentra aquí, precisamente, tenemos que remontarnos al S. VII, cuando muchos monjes se establecieron en los cañones del Miño y Sil en busca de una vida ascética y contemplativa en un paraje natural inexpugnable. Formaron comunidades que crecieron y, durante el auge del románico en los S. XII y XII, construyeron enormes monasterios e iglesias que aún hoy maravillan al visitante.
Durante la ruta de hoy tendremos la oportunidad de ver bastantes ejemplos de arquitectura románica que, como esta iglesia de Barbadelo, han aguantado impasibles el paso de los siglos, a pesar de que el devenir histórico o la poca atención a su conservación amenazasen -y aún lo sigan haciendo- con terminar destruyendo muchas de ellas.
Originalmente la iglesia de Barbadelo formaba parte de un monasterio dependiente de Samos, del que hoy sólo quedan ruinas. La iglesia se hizo en el S. XII pero no ha llegado con su forma original hasta nosotros, ya que en el S. XVIII se cambió el ábside. Del templo destaca su torre -que algunos piensan que se hizo como linterna para guiar a los peregrinos- y, sobre todo, su curiosa iconografía.
De sus inicios románicos lo que mejor se conserva es el muro norte y la fachada occidental -la principal-, que siguen mostrando su decoración original tallada sobre capiteles y elementos constructivos. Llama la atención el carácter esotérico de algunas de sus representaciones, muchas relacionadas con los bestiarios medievales.
En la Edad Media existían una serie de seres antropomorfos o fantásticos, cargados de significados negativos y que se relacionaban con la parte más oscura del ser humano, con las bajezas terrenales. La relación de todos ellos formaba el bestiario, que incluía basiliscos, centauros o dragones. En las iglesias muchas veces se ponían como “recordatorio” -o, más bien, amenaza- de lo importante que era seguir el camino de Dios en vida para poder ser recompensado con el paraíso después. Por eso en esta iglesia de Santiago vemos, por ejemplo, un dragón en el capitel de la puerta norte y en la portada principal. Los dragones eran los más reconocidos enemigos del Bien y en esta época no los imaginaban exactamente como hoy en día, sino que su cuerpo era parecido al de una serpiente -animal, por su parte, relacionado con el pecado-.
Hay que tener en cuenta que, aunque hoy veamos estas imágenes y las entendamos como una representación del mal, para la sociedad medieval estos animales existían de verdad. Muchos aparecían en la Biblia, el libro que para ellos representaba toda la Verdad -con mayúsculas- y otros se decía que existían pero que habitaban en partes lejanas de Oriente. Eran una amenaza real a la que ellos pensaban que podían llegar a tener que enfrentarse, de ahí que fuese una iconografía tan efectiva para controlar la vida social en el campesinado por parte de la Iglesia.
También hay animales o bestias que se consideraban protectoras, como el águila o el león, que se relacionaban con la fortaleza y la nobleza. Estos animales también se tallaban en las entradas a los templos, como guardianes, avisando de que se pasaba de un lugar profano a uno sagrado. En la portada norte de la iglesia de Barbadelo, enfrentado a los dragones, encontramos también a un fiero león.
ENTRE HÓRREOS CRUZAMOS EL KILÓMETRO JACOBEO NÚMERO 100
Después de esta curiosa visita proseguimos nuestro camino, por una pista asfaltada que nos lleva a Rente en menos de 1 km y, a los pocos metros, cruza la LU-5709 en el Mercado da Serra, donde hay una taberna a pie de carretera. El nombre del pueblo deriva de una gran feria comercial que se hacía en este mismo lugar en la Edad Media, de la que se dice que venían hasta hosteleros de Santiago para comprar y vender productos.
Tras cruzar la carretera seguimos por un camino de tierra entre árboles y, tras hacer un giro a la izquierda, nos encontramos con un precario cruce de un arroyo. Se colocaron unas losas para que los caminantes pasen sobre el agua, pero a nosotros nos resultará difícil pasar sin mojarnos, ¡más aún en época de lluvias, cuando el terreno se embarra!
En medio kilómetro cruzamos otra carretera, esta vez la LU-633 y por una pista asfaltada que sigue de frente pasamos por A Pena (km 8,5) y, después, por Peruscallo (km 9,2). En esta zona hay muchos hórreos pegados a la pista, una construcción que suele llamar mucho la atención a los extranjeros.
El hórreo es una estructura de almacenamiento elevada del suelo, concebida para guardar el grano. En Galicia comenzaron a cobrar mucha importancia a partir de la conquista de América, cuando llegaron dos alimentos que revolucionaron la vida de los campesinos: la patata y el maíz. Estos alimentos pueden aguantar mucho tiempo hasta que son consumidos, pero es necesario que estén en un lugar adecuado, sin excesiva humedad, ventilados y salvaguardados de animales o roedores. Las casas rurales gallegas no contaban con un sitio así y por eso se construyeron los hórreos.
Los hórreos siempre tienen tres partes. Las patas (pés o pies, en gallego) elevan una caja superior donde se guardan los alimentos, para evitar la humedad del suelo. La caja no es cerrada, sino que normalmente tiene rejillas para que corra el aire y se ventile el interior. La pieza redonda que está entre las patas y la caja, como un gran disco de piedra, se llama tornarratos. Traducido viene a ser “ratón del revés”, un nombre que explica claramente su función. Para subir a la caja y coger los alimentos se usaban o unas escaleras auxiliares o una escalera sin final, para evitar así que los ratones pudiesen llegar a la comida.
La construcción de los hórreos se hizo cada vez más importante desde el S. XVI y terminó desarrollándose todo un simbolismo social en torno a ellos. El razonamiento es muy sencillo: si hay un sitio que sirve para guardar la comida, cuanto más grande y bonito, más sencillo será que la gente se de cuenta de que alguien es rico y tiene grandes reservas de comida -con la sutileza de que esta persona rica no tiene que decírselo, simplemente se da por hecho-. Lo mismo pasaba con las chimeneas, cuyo número en una casa daba a entender cuántas habitaciones tenían calefacción, y por eso se almenaban y se decoraban en su parte superior para que llamasen más la atención. Los hórreos, por su parte, pasaron de ser de madera a ser de sillería de granito, a decorarse con la cruz protectora cristiana y, en muchos casos, a hacerse enormes. Generalmente los más grandes eran de nobles o pertenecían a monasterios. ¡En Galicia los hay de más de 35 metros de largo!
Además, según la cultura y climatología de las diferentes zonas de Galicia, los hórreos adquirieron una forma diferente. En la zona de los Ancares y Courel son redondos, de madera y techo de paja, como las pallozas. En el resto de Galicia los hay con forma de L, que mezclan piedra y madera, con parejas o con tríos de pés, etc. En nuestro camino veremos muchas formas de hórreo diferentes, por lo que desde Tournride os recomendamos que abráis bien los ojos para descubrir esta curiosa forma de arquitectura popular típicamente gallega. En Asturias y partes del norte de Portugal también hay hórreos, pero el lugar en el que más se concentran es, sin duda, Galicia.
Al salir de Peruscallo nos internamos en una corredoira que, tras unos metros, se estrecha hasta convertirse en una vereda que discurre al lado de un arroyo. Por momentos el firme es empredrado y en otros es de tierra, pero en general es muy estrecho. En momentos en los que hay mucha afluencia de peregrinos discurrir por aquí puede ser eterno, ya que tendremos que pedir paso o pararnos continuamente. Por eso en Tournride os proponemos en nuestro mapa de etapa una alternativa. Podéis desviaros a la izquierda antes de entrar en Peruscallo y hacer todo este tramo por una pista asfaltada y de tierra más al sur, volviendo a la ruta jacobea en A Brea. Si vamos por aquí, además, podemos visitar dos templos románicos bastante bien conservados: la iglesia de Santa María de Belante y la de San Miguel de Biville.
Si vamos por la ruta propiamente jacobea pasaremos por Lavandeira y seguiremos alternando tramos de corredoiras con veredas paralelas al arroyo hasta llegar a A Brea. En este pueblo veremos un mojón que indica que sólo restan 100 km a Santiago, pero este miliario es falso. El verdadero miliario de los 100 km lo vemos un poco más adelante, en una pista asfaltada entre A Brea y Morgade. Este lugar es importante simbólicamente porque a partir de aquí la Iglesia considera que un caminante o jinete ha peregrinado como tal a Santiago y puede obtener la Compostela.
CRUZAMOS EL MUNICIPIO DE PARADELA: BEBEMOS DE FUENTES DEMONÍACAS, CONOCEMOS EL VINO RIBEIRA SACRA Y ENTENDEMOS EL PAISAJE RURAL GALLEGO
Tras este tramo de pista llegamos a Morgade (km 12), donde hay un agradable bar que sirve comidas. Una pintura blanca con el Pelegrín -la mascota del Xacobeo de 1993- nos indica que salgamos de la localidad por una senda, al lado de la cual hay una fuente. Dice la leyenda que de esta Fuente del Demonio o Fonte do Demo dejaba de manar agua si se acercaba a beber alguien libre de pecado, porque estaba regida por el diablo y este sólo daba de beber a pecadores.
La corredoira por la que salimos de Morgade se estrecha y se invade en algunas partes por un arroyo, salpicado de losas de piedra para ayudar al paso. Todo bastante precario para ciclistas, así que debemos echarle paciencia y echar pie en tierra si es necesario.
Este dificultoso tramo es corto, de unos 800 metros, tras los cuales llegamos a Ferreiros (km 13,1). Esta localidad se llama así porque antiguamente tenía bastantes ferrerías (herrerías) en las que artesanos jacobeos arreglaban las herraduras de los caballos y también reparaban el calzado de los peregrinos. El pueblo hace de límite entre el municipio de Sarria y el de Paradela.
El municipio de Paradela discurre a lo largo de la orilla oriental del Miño. Nosotros seguiremos unos 9 km más por él en dirección oeste, hasta alcanzar la vera del río y cruzarlo entrando al municipio de Chantada por Portomarín.
Estas dos áreas al lado del Miño forman parte de la Ribeira Sacra (“ribera sagrada”), esa zona en la que os mencionamos que se asentaron comunidades de monjes y en la que se encuentra la mayor concentración de románico de toda Europa. Cuando llegaron allí los monjes comenzaron a producir vino en bancales en las laderas de los cañones del río, como ya lo habían hecho antes los romanos. Este vino se sigue produciendo hoy bajo la D.O. Ribeira Sacra y sus productores son conocidos como los “viticultores heroicos” por la dureza del cultivo y recolección de las viñas en terrenos con pendientes de más del 60%.
Tendremos la oportunidad de ver estos cañones en Portomarín, pero por ahora tenemos que salir de Ferreiros descendiendo una fuerte pendiente por una pista asfaltada de 300 m. Llegamos así a la iglesia de Santa María de Ferreiros, un sencillo pero muy bien conservado templo románico que fue trasladado piedra a piedra desde un punto cercano para colocarlo en el margen del Camino Francés, porque se quería que funcionase como hospital de peregrinos. La espadaña con las campanas es posterior, barroca.
Para llegar a la iglesia hay que recorrer un caminito entre el cementerio de la localidad. En Galicia la unión de la iglesia con el cementerio es la más normal en el ámbito rural. Esta configuración es una herencia de la época medieval, cuando la iglesia era el lugar de reunión social más importante y, tras la misa, la gente se quedaba en las cercanías del templo honrando también a sus muertos y cuidando su sepultura -¡luego aparecieron las tabernas y las costumbres cambiaron un poco!-.
Tras pasar la iglesia, las flechas amarillas indican el desvío a una senda de tierra con piedras que desciende un poco abruptamente para luego volver a subir al final hasta A Pena. Por la pista asfaltada por la que vamos también podemos llegar al pueblo y el firme es más favorable.
Ya en A Pena (km 14) seguimos por pista asfaltada hasta As Rozas (14,5), donde la pista se pierde hacia el sur y unos miliarios con las flechas amarillas nos indican que nos internemos en una corredoira entre los árboles.
La corredoira de 1,5 km que va desde As Rozas a Moimentos es impracticable en época de lluvias. El suelo se convierte en un lodazal en el que se enclavan piedras de gran tamaño. Los caminantes la evitan yendo por un prado superior, pero para nosotros será más difícil esquivarla. Por eso en Tournride os proponemos, en caso de que haya llovido, que sigáis recto bajando por la pista asfaltada y giréis en el primer desvío a la derecha, para llegar a Moimentos por la LU-4203.
Desde Moimentos (km 16) hasta Vilachá iremos por sendas que alternan continuamente firme de tierra, gravilla o asfalto en perfil de suave descenso, con algunos saltos. Pasaremos por Mercadoiro (km 16,8), A Parrocha (km 18,7) y, finalmente, por Vilachá (km 20).
Circulando por este tramo podemos apreciar la gran cantidad de pequeñas fincas por las que pasamos, muchas de bosque, otras de pasto y algunas cultivadas como huerto. Se dividen por muros de piedra bajos o incluso a veces se delimitan sólo por unos palos clavados en el suelo, que en Galicia se denominan marcos –aunque este método es el menos usado por haber sido tradicionalmente objeto de disputa vecinal, ya que misteriosamente se movían “solos” por la noche, perdiendo repentinamente terreno un dueño en favor de el de al lado-. Nada tienen que ver estas pequeñas parcelas con las enormes fincas de cereal que encontrábamos en Castilla o las grandes plantaciones de verduras y vino de Navarra y La Rioja.
Esta división del terreno indica otra de las características sociales gallegas: el minifundismo agrario. Tradicionalmente en Galicia existió -y aún existe- un gran apego a la propiedad de la tierra, que era dividida entre todos los hijos a la muerte del propietario, en vez de ser heredada por el primogénito, como ocurría en otras partes de España. Si a eso le sumamos la dispersión poblacional, reflejada en la cantidad de pueblos por los que estamos pasando, entendemos el mosaico de pequeñas parcelas que tenemos ante nosotros.
Esta fragmentación complica la mecanización de la actividad agraria, impidiendo la industrialización, pero también propicia un tipo de agricultura mucho más sostenible a nivel ambiental y social. Se cuida mucho más la tierra y el producto está menos expuesto a contaminantes.
Aún así, también nos habremos dado cuenta de que lo que más vemos en esta zona no son huertos, sino que las fincas las ocupan tranquilas vacas que nos miran pasar desde sus apacibles lugares de pasto. Antiguamente la ganadería era un complemento a la agricultura -se usaban las vacas para tirar de los carros o para usar su abono-, pero poco a poco se convirtió en una actividad más rentable y terminó desplazando a la agricultura. Las dos razas que más veremos son las blancas y negras, llamadas “frisonas” y que dan leche y, también, la “rubia gallega”, cuya carne se comercializa bajo la Indicación Geográfica Protegida “Ternera gallega”.
Llegados a este punto nos encontramos en Vilachá (km 20), desde donde comenzamos un descenso bastante abrupto por asfalto que nos termina dejando en la vera del río Miño. Un puente se alza sobre su gran caudal y, en la orilla opuesta, vemos la villa de Portomarín, enclavada en una cota más alta en la ladera de los cañones del que es, sin duda, el río gallego por excelencia.
DE PORTOMARÍN A CASTROMAIOR, O LO QUE ES LO MISMO, DE GRANDES OBRAS DE INGENIERÍA DEL S. XX A ARQUITECTURA CASTREÑA DEL S. VI A.C.
El río Miño es el río con más largo de Galicia y, desde su unión con el Sil hasta su desembocadura en el océano Atlántico, el más caudaloso. La gran extensión de kilómetros por los que discurre han hecho que, desde que nació la peregrinación fuese necesario cruzarlo.
Esa necesidad de sortear el caudal hizo que ya en el S. II d. C. los romanos decidiesen construir un primitivo puente en el punto en el que nos encontramos nosotros ahora. Cuando surgió la peregrinación a Santiago, doña Urraca ordenó en el S. XI construir un puente más grande en el mismo lugar, para ayudar a los caminantes jacobeos.
Ese puente sobrevivió al paso de los siglos hasta que un día de 1963, Franco ordenó construir el que aún hoy es el embalse más grande Galicia: el embalse de Belesar, del que se obtiene una gran cantidad de energía hidroeléctrica. Un muro de hormigón de 135 metros de alto y 350 m de largo contuvo el caudal del Miño 32 km al sur de Portomarín, creando un gigantesco embalse que anegó todo lo que antes estaba en las orillas del río. Castros de la cultura prerromana, viñedos, molinos, bodegas y pueblos enteros descansan hoy bajo las aguas del Miño.
En Portomarín, que en ese momento era una villa con un importante patrimonio medieval en las orillas del río, los vecinos decidieron moverse a una cota más alta en la orilla oeste, llevándose con ellos -piedra a piedra marcada con paciencia- sus monumentos más importantes. Ese es el Portomarín que vemos hoy en día, que tras cruzar el moderno puente nos recibe con un arco sobre el que se han instalado unas escaleras, que no es otra cosa que un tramo del antiguo puente medieval. Pero, algunos días, también podemos ver el Portomarín antiguo, en forma de estructuras de piedra que sobresalen del agua reclamando el espacio natural que les fue arrebatado.
En la parte superior del pueblo encontramos la iglesia de San Nicolás, un templo románico promovido por la orden de San Juan, caballeros armados que protegían a los peregrinos. Es uno de los monumentos románicos más importantes de Galicia, con una configuración muy especial por la altura de sus gruesos muros con almenas en la parte superior; una robustez que contrasta con la delicadeza de la escultura en sus portadas y su imponente rosetón.
En un primer momento el templo se situaba cerca del antiguo puente, en el primer Portomarín. De ahí esa apariencia de fortaleza militar, se trataba de un lugar de reunión de una orden que defendía el puente y a los peregrinos. Cuando se inundó el pueblo por la construcción del embalse, las piedras se marcaron con tinta roja una a una y se movieron a la parte alta del pueblo, acometiendo también una restauración de la iglesia. Aún hoy se pueden ver las marcas rojas en las piedras, junto a las de los canteros que tallaron los sillares en el S. XII.
Tras la visita a Portomarín, abandonamos el pueblo por la misma Avda. Chantada por la que accedimos a él. La carretera se desvía a la derecha, pero una señal jacobea vertical indica que crucemos el puente sobre el río para internarnos en una senda que vuelve a cruzarse con la carretera en 2 km. En este tramo el firme es muy irregular, con muchos saltos y piedras sueltas, por lo que cabe valorar la posibilidad de ir directamente por la LU-633 sin cruzar el río.
Desde la unión de la senda a la carretera -2 km después de salir de Portomarín- hasta Hospital da Cruz (km 34), el camino peatonal discurre paralelo a la LU-633 en forma de senda de tierra. En 3 km llegamos a Toxibó (km 27) y en tres más a Gonzar (km 30), donde podemos ver la iglesia de Santa María de Gonzar, de estilo barroco. En el altar mayor de la iglesia se encuentra la tumba de una mujer que, según la leyenda local, se pasó cerca de 30 años sin probar bocado.
Tras pasar Gonzar la senda jacobea se aleja del arcén de la carretera para dirigirse a Castromaior. Recomendamos seguir el trazado peatonal, ya que tras pasar el pueblo pasaremos por un lugar muy especial del Camino Francés, uno de los castros mejor conservados de Galicia.
Por una pista de asfalto y tierra oscura comenzamos a ganar pendiente y, en 600 metros, coronamos el cerro de Castromaior. A nuestra derecha tenemos unas vistas impresionantes del entorno y, a nuestra izquierda, uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la península, que estuvo habitado entre el S. VI a. C. hasta el S. I d. C. Tenía una configuración urbana bastante compleja, con un recinto circular amurallado en lo alto del cerro. A su alrededor, en plataformas delimitadas con murallas y fosos, había otros núcleos de asentamiento. Dado que no se construyó nada en este lugar desde su abandono, todo quedó enterrado bajo el cerro en un buen estado de conservación.
A pesar de que durante muchos siglos se pensó que la llegada de los romanos a Galicia había terminado de forma violenta y fulminante con la cultura de raíces celtas que habitaba en este territorio –encontrándose la máxima expresión de esta opresión en la mítica batalla del Monte Medulio, que incluyó el suicidio de los últimos guerreros galaicos ante la necesidad de rendirse al conquistador-, la realidad arqueológica demuestra que cuando los romanos llegaron en el II a. C., se produjo una sinergia cultural, al igual que un sincretismo religioso. Este asentamiento se habitó durante más de dos siglos después de la conquista y hubo otros que estuvieron poblados hasta el S. III O IV d. C, por lo que se mantuvo la forma de vida previa a la invasión romana.
La bajada del cerro nos deja de nuevo en el curso de la LU-633 y, en tan sólo 1,5 km llegamos a Hospital da Cruz. Denominado así porque antiguamente acogía un lugar de atención al peregrino, hoy se encuentra en el cruce con la N-540, que debemos cruzar por un paso superior.
ENTENDEMOS EL SIGNIFICADO OCULTO DE LOS CRUCEIROS Y LLEGAMOS A PALAS DE REI
Durante los siguientes 11 km, desde Hospital da Cruz hasta A Brea, donde se cruza la N-547, discurriremos permanentemente por una pista asfaltada sin apenas tráfico rodado, en la que los peregrinos a pie tienen su propio espacio en forma de acera en el arcén. El perfil seguirá siendo de subida, como venía haciendo desde Portomarín, hasta Vendas de Narón. A partir de ahí será de bajada con saltos.
Tras cruzar la N-540 afrontamos un último repecho asfaltado y llegamos a Vendas de Narón (km 35,3), desde donde comenzamos a descender para alcanzar A Prebisa (km 37,3). Tras pasar A Prebisa vemos en la parte izquierda de la carretera un murete con unas escaleras y, en la parte superior, el cruceiro más famoso del Camino Francés: el cruceiro de Lameiro.
El cruceiro es, junto con el hórreo, una de las manifestaciones de arquitectura popular más típicas de Galicia. Su origen viene de la época prerromana, de esa cultura castreña que era politeísta y habitaba en poblados como el que acabamos de pasar en Castromaior. Para la cultura castreña los caminos y sus cruces eran lugares muy importantes. Creían que, una vez que te morías, tu alma vagaba por los caminos y que, en sus intersecciones, había una serie de dioses que podían “comprarla”. Por ello, los familiares de los difuntos realizaban en los cruces de caminos una serie de rituales, dejando también ofrendas a los dioses. A veces esas ofrendas eran piedras, lo que daba origen a los denominados milladoiros -acumulaciones de piedras-, como el que vimos en la Cruz de Ferro de Foncebadón.
Cuando los romanos conquistaron este territorio, se produjo un sincretismo que fusionó los dioses de ambas culturas. Los rituales en cruces de caminos se siguieron haciendo pero en vez de pedirle protección a Lugh (celta) se le hablaba a Mercurio (romano). Además, los romanos veían los cruces de caminos como representaciones entre lo ordenado (logos) y la naturaleza como caos, por lo que simbólicamente eran muy importantes. Por ello en muchos miliarios romanos encontrados en lo que era Gallaecia hay inscripciones dedicadas a esos dioses de los caminos, llamados lares viales. De hecho, de los 36 miliarios que se hallaron con epigrafía de lares viales en todo el territorio del Imperio Romano, 28 fueron encontrados en esta zona. ¡Es casi un 77%!
Cuando se instauró el cristianismo como religión oficial las tradiciones que se habían perpetuado durante siglos no cambiaron de la noche a la mañana -¡la Historia ha demostrado que la tradición popular no se cambia a golpe de decreto!-. Para consternación de la Iglesia, la gente siguió yendo a los cruces a hacer sus rituales “paganos”. Sólo había dos opciones, prohibir y castigar o, como se hizo, adoptar una solución que hoy en día puede recordar a la formulación contraria del gatopardismo político: “si queremos que todo cambie, necesitamos que siga como está”. Los puntos paganos se cristianizaron con una cruz y los rituales se siguieron permitiendo, pero poco a poco se dejaron de dedicar a Mercurio o sus hijos, para orar por la Virgen o Jesús.
Hoy en día se estima que en Galicia hay más de 12000 cruceiros. Generalmente están formados por una base, una columna y una cruz en la parte superior. Muchas veces en la cruz se talla a Jesús. En los pueblos de pescadores, se suele poner también a la Virgen en el lado de la cruz que mira al mar, porque es la protectora de los marineros.
Aunque la mayoría de los cruceiros son del S. XVIII al XX, hay algunos del S. XIV y otros que constituyen una verdadera obra de arte, con múltiples representaciones. El cruceiro de Lameiros, que vemos al lado de A Prebisa, data de 1670 y muestra a Jesús crucificado en la parte superior. El desgaste de la piedra ha borrado gran parte del detalle escultórico, pero en la otra cara de la cruz seguramente estuviese o la Virgen o una representación de la maternidad. En la base se tallaron elementos de la Pasión de Cristo: tenazas, clavos, una escalera, la corona de espinas y, por último, una calavera con huesos que representa el triunfo eterno sobre la muerte. Al lado del cruceiro hay un antiguo cementerio de peregrinos.
Tras pasar la cruz llegamos a Ligonde (km 38,5), población de mayor tamaño que las anteriores. Poco después la pista asfaltada hace una doble curva un poco brusca y las flechas amarillas indican atajar por una senda interior a la curva. Este atajo es una rampa empinada de 100 m y de firme un tanto irregular. En Tournride recomendamos ir por la carretera si ha llovido.
Tras la curva cruzamos un arroyo y llegamos a Airexe (km 39,4) y, por la misma pista, a Portos (km 41). Entramos así en el municipio de Palas de Rei, en el que seguiremos por Lestedo (km 42), Os Valos (42,6) y A Brea (km 44). En A Brea se cruza la N-547, que pasa por Palas de Rei. El camino jacobeo recorre poco más de 1 km por una senda en el arcén izquierdo de la carretera y luego se desvía para entrar en Palas más hacia el sur, por una pista de incómodo empedrado para los ciclistas que luego se convierte en grava.
Ya en Palas de Rei (km 47) podemos decidir hacer una última parada antes de emprender los últimos 13 km hasta Melide. Esta localidad fue la última parada que Aymeric Picaud reflejó en su Códice Calixtino antes de llegar a Santiago y se dice que su nombre proviene de la época visigoda, ya que el “palacio del rey” visigodo Witiza estaba aquí. Con la llegada de la peregrinación jacobea el pueblo comenzó a hacerse cada más importante y se convirtió durante la Edad Medieval y Moderna en un lugar importante para la nobleza, que se construyó grandes fortalezas y pazos (palacios) en la zona.
De hecho, en las cercanías de Palas de Rei se encuentra el castillo de Pambre, uno de los pocos castillos que sobrevivieron a la Revuelta Irmandiña de 1467 en la que los campesinos gallegos se alzaron contra sus señores y destrozaron sus castillos. Se levantó en el S. XIV y una de sus funciones era la de servir como punto para conservar la seguridad en el Camino de Santiago. Cuenta con una enorme torre del homenaje de tres plantas, rodeada por una gruesa muralla con cuatro torres a los lados. Aunque estuvo a punto de convertirse en ruinas, en los últimos años se ha hecho una gran inversión para restaurarlo y hoy se puede visitar -aunque el horario de visita varía según la época-. Yendo en bici llegaremos en media hora (8,5 km) al castillo, en perfil favorable. En el mapa de etapa os marcamos dónde está el castillo.
En Palas también hay otro gran ejemplo de arquitectura románica, que se suma a la larga lista de los que hemos podido ver hoy, la iglesia de Vilar de Donas. Se dice que pudo ser parte de un conjunto monástico fundado por mujeres y que posteriormente se relacionó más con la Orden de Santiago. Algunos de sus más importantes caballeros están enterrados aquí.
Salimos de Palas por un camino de incómodo empedrado, que quizás nos obligue a levantarnos del sillín para salvaguardar la integridad de nuestros aposentos. Tras cruzar la N-547 por un paso de cebra seguimos por una pista asfaltada cercana a la carretera, que vuelve a desembocar en ella tras unos metros. Desde ahí el camino peatonal discurre por una acera o alguna pista asfaltada cercana a la carretera que se desvía poco después para entrar en la aldea de Carballal. A la salida, las señales jacobeas indican el cruce de la carretera nacional para pasar a un sendero de grava en el arcén izquierdo, que tras unos metros abandona la carretera nacional para internarse en el bosque.
Si desde Carballal seguimos por la N-547 iremos directos a O Coto (km 55,5), límite provincial entre Lugo y Coruña. En caso de que haya llovido nos evitaremos un tramo que puede ser bastante engorroso por su firme embarrado o de piedra natural (bastante resbaladiza), pero que es uno de los más bonitos de esta etapa.
Las sendas llevan primero a San Xulián do Camiño (km 50), en donde se puede ver una iglesia románica de una sola nave y con un gran ábside semicircular sin divisiones. Por asfalto se cruza el río Pambre y se entra en Pontecampaña (km 51) , desde donde comienza un bonito tramo en el que seguimos sendas entre árboles y tramos sobre roca natural, que debemos afrontar con paciencia ya que puede que tengamos que bajarnos de la bicicleta para evitar caídas.
Se llega a Casanova (km 52) y poco después a Porto de Bois, desde donde la senda se une a la pequeña carretera LU-4001 para ir a O Coto, por donde también pasa la N-547. En este punto cambiamos de provincia para entrar en la última que visitaremos en el Camino de Santiago, la de A Coruña.
El sendero peatonal vuelve a distanciarse de la carretera nacional para pasar por Leboreiro, aldea que ya se menciona en el Códice Calixtino con el nombre de Campus Leporaruis (“monte de liebres”). Tiene una gran tradición jacobea y en el S. XII tenía un hospital de peregrinos. Del núcleo llaman la atención su iglesia, dedicada a X, y el cabazo que se conserva frente a ella.
Un cabazo es un hórreo -dependiendo de la zona de Galicia los hórreos tienen nombres diferentes, como piorno, cabana o paneira– de la tipología menos elaborada. Dado que se fabrican con mimbre y paja, no quedan muchos que sean antiguos y este -aunque rehabilitado- es una excepción.
La iglesia de Santa María de Leboreiro es de transición románico-gótica. En la portada principal hay una talla de la Virgen sosteniendo al Niño, que se relaciona con una leyenda de la localidad. Se dice que la escultura de la Virgen que se guarda dentro del templo fue encontrada por un milagro en una fuente cercana, por lo que se le construyó esta iglesia para salvaguardarla. Cada noche, la escultura cambiaba de lugar y volvía a la fuente en donde había sido encontrada, hasta que un escultor de la localidad talló esta imagen en el tímpano de la puerta y la escultura de la Virgen se quedó para siempre en su lugar. Si tenéis la oportunidad de entrar en la iglesia, en Tournride os recomendamos hacerlo, ya que además de la talla podréis ver los impresionantes murales de colores que se conservan en el muro norte.
Tras salir de Leboreiro se pasa por Disicabo para luego adentrarse en un polígono industrial perteneciente a Melide, donde se ha tratado de hacer más agradable el recorrido a los peregrinos construyendo un parque con árboles en su honor -aunque la imagen sigue sin ser del todo inspiradora-.
Tras cruzar el polígono la carretera y la senda peatonal se vuelven a separar para visitar la última localidad de esta etapa, la pintoresca aldea de Furelos (km 58,5) en la ribera del río homónimo. El camino hasta allí es por monte que, al igual que en los tramos previos, será un buen lodazal si ha llovido ese día.
La entrada en Furelos se hace por un puente medieval tipo dromedario, con cuatro grandes arcos. Es el más grande y el que mejor se conserva del Medioevo en el Camino Francés en Galicia. Tras cruzarlo se recorre la aldea por su calle empedrada principal, que pasa al lado de una iglesia dedicada a San Juan. Aunque su origen es medieval, se ve claramente que tiene bastantes añadidos posteriores.
Tras pasar Furelos queda muy poco para llegar a nuestro fin de etapa. Tan sólo tenemos que seguir una pista que intercala grava y asfalto para llegar a Melide, lugar donde podemos disfrutar de una buena ración de pulpo á feira y descansar para la gran emoción que nos espera mañana: la llegada a Santiago de Compostela.